martes, 31 de mayo de 2011

Dos Acepciones para la Noción de Sinarquía


Sinarquía es un término que resulta de la coyunda de las voces griegas "syn", que significa "con", y "arjeia" que significa "gobierno." De manera que refiere a un tipo o modalidad de conducción político-social. Si bien la palabra fue utilizada previamente, fue el esoterista francés Alexandre Saint-Yves d'Alveydre quien la difundiera y usufructura. En sus obras, como "El Arqueómetro", brega por un sistema o estructura gregaria comandada teleológicamente hacia un destino armonioso y elevado, por un grupo ilustre y oculto de seres superiores. Sus ponencias guardan estrecha relación con las hipótesis de las ciudades de Agartha y Shambala, y con las doctrinas sobre "El rey del mundo" (ver entrada). 

En el ámbito de la política argentina, fue el filólogo y teólogo justicialista Carlos Alberto Disandro (amigo de Juan Perón) el que popularizó la utilización del vocablo para describir la alianza subterránea entre las fuerzas del capitalismo de mercado y el marxismo estatista, contra la denominada tercera posición.

Quedan sangrando muchas cavilaciones inconclusas:

¿Se contactan o anudan de alguna forma estas dos cosmovisiones geopolíticas con el ideario de la derecha chovinista? ¿Postulan hormas socioculturales antagónicas? ¿Responden muchos de los textos sagrados a un proyecto convergente y sinárquico de dominio? ¿Se han calibrado con rigor científico las tesinas que enarbolan la posibilidad de colegir de la sensación de vértigo histórico y de confluencia de sucesos hacia puntos de fuga comunes, la existencia de una inteligencia comunitaria operativa y arquitectónica? ¿Es asimilable el concepto de sinarquía, lisa y llanamente, a los de oligarquía y/o aristocracia? ¿Cómo engarzar el espacio epistemológico psicoanalítico (teorías sobre las esquizofrenias) con esta noción? ¿El movimiento New Age o de la Era de Acuario es un síntoma o una seña indicadora de la verosimilitud de estas proposiciones? ¿Es dable edificar una ingeniería social contrapuesta? ¿Superaremos la era de la convergencia secreta sin precipitarnos en una dirección constitucional y política centrífuga de corte nacionalista?

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